Éramos como el trigo y la brisa,
como las piedras y el desierto.
Nos bebíamos mutuamente
con los ojos hambrientos.
Mordía tus palabras y en el
silencio de tus labios cerrados
abatía mi hambre con tu carne.
Estuve años sin rumbo varado
en islas perdidas, recorriendo
azarosos mares y sinfines de paisajes,
añorando arcoíris de esperanzas sórdidas
y vacías. Playas erradas frenan mi travesía
y secan el sudor de mis deseos.
Así es el amor, la mayor de todas
las verdades, un refugio de la realidad;
la espada contra todos los males.
Una guerra que se libra a diario
pero que nunca deja muertos.
Ojos Hambrientos
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